Bodegón

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viernes, 23 de febrero de 2007

El aprendiz de Anticuario




Silver debía nacer, según los médicos, el día 1 de Diciembre, pero por circunstancias que aún se desconocen, eligió el último día del milenio en su último segundo. Lloró lo necesario para que la matrona no le diera más cachetes en el culo, abrió un solo ojo y se abalanzó al manantial de leche que le acercó su madre.
Pasaron los años y creció sano y robusto. Cuando llegó la hora de ir al colegio, se entretenía tanto con las cosas del camino que siempre llegaba tarde. A pesar de todo aprendió a leer y a escribir con facilidad, descubriendo un inmenso placer en ello.
Se hizo un poco mayor y sus padres le dejaron ir sólo a la escuela, pero su curiosidad le hacía perder tanto tiempo que todos los días se encontraba con las puertas cerradas. Entonces, se iba a la biblioteca -que no tenía horario- para aprender cosas. Pedía varios libros y enciclopedias a la vez, según le guiaban su curiosidad y entusiasmo. Le fascinaban las leyendas y las historias de los héroes y magos, así como de los personajes mitológicos. Se lo pasaba en grande leyendo esas increíbles aventuras. Pero como no hacía los exámenes del colegio, sus notas eran desastrosas, y sus padres acabaron creyendo que a su hijo no le gustaba el cole.
Por eso le pusieron de mayor en una pequeña tienda de antigüedades que regentaba el Padrino de Silver. Al principio no quería trabajar, pero cuando entró en ese pequeño museo su imaginación empezó a desbordarse, fantaseando miles de historias sobre los diversos y variopintos objetos que allí se encontraban.
El Padrino de Silver aceptó a enseñarle el oficio de anticuario advirtiéndole que no le iba a resultar nada fácil, pues antes de considerarlo apto para el trabajo, le tenía demostrar que conocería una a una la historia de todas las piezas que componían su negocio.
"Cada día elegirás un objeto, y pensarás todo el tiempo en él. Mientras, atenderé al público, y cuando llegue la noche, me contarás qué has averiguado. Si tus explicaciones me fueran gratas, podrás volver al día siguiente; en caso contrario, deberás aprender otro oficio"
Silver aceptó el reto, pues había observado en la estancia libros, cuadros y objetos tan fantásticos que no podía resistir la tentación de poder leerlos, tocarlos y admirarlos, aunque fuera un sólo día.


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