Bodegón

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viernes, 23 de febrero de 2007

El aprendiz de Anticuario: Día Cuarto


Silver metió la mano en un viejo arcón y cerró los ojos, dejándose guiar por el azar. Al rebuscar entre los objetos se pinchó con uno de ellos, haciéndose sangre en un dedo. Cuando sacó la mano
, se encontró con un colgante del que pendía un hermoso caballo blanco con un cuerno en la frente: El "Unicornio".


Esta vez le tocó un caballo. Un caballo con un cuerno. Desde luego que había visto unicornios, en muchos lugares y en muchos sitios. Se preguntó por qué este animal se ha difundido tanto. Pensó que tanto Pegaso el caballo alado, como los Centauros, mitad hombres, mitad caballos, ambos de la mitología Griega, tendrían que ver con el Unicornio.

Todos compartían la naturaleza animal del caballo, pero cada uno de ellos presenta una característica especial: uno tiene un cuerno en forma de caracolillo; el otro, es alado; y el Centauro posee la mitad superior humana.

Lo blanco y alado y lo sobrenatural del cuerno, sugieren algo divino, y lo divino casi siempre corresponde con un deseo de contener los impulsos humanos. El caballo ha representado en más de una ocasión a las pasiones humanas, y el bocado, al dominio de las mismas por la persona. Un jinete que domina a su montura.

Cuentan los mitos que Pegaso nació, junto con el guerrero Crisaor, del cadáver de Medusa -muerta por Perseo con un golpe de su hoz-, al igual que Afrodita, la diosa del Amor, que nace de la castración de Urano por la hoz de Cronos.

Parece que algunos deseos humanos, sobre todo los agresivos y sexuales, han sido vividos por los hombres como salvajes y peligrosos. La urgencia de estos deseos y su falta de control son como caballos desbocados que pueden arrollar o herir a alguien, cuando no a sí mismos. Estos impulsos siguen causando a los hombres más de una desgracia, de ahí que los Unicornios continúen siendo tan atractivos.

Sin embargo hay una tendencia a querer "purificarse", a quere controlarse, por eso al caballo, que podría ser el representante del cuerpo con toda la fuerza de las pasiones, hay que revestirlo de una cualidad especial, el cuerno del Unicornio, o las alas de Pegaso, porque si no a lo más que podríamos aspirar es a quedarnos en Centauros, sufriendo de forma impotente los deseos no totalmente controlados, haciéndonos sentir que no somos dueños de nuestra persona y con el añadido de ser un monstruo.

Sin darse cuenta, Silver estaba diciendo todo esto en viva voz, no estaba pensando como él creía, sino que estaba hablando consigo mismo, sin saber que su Padrino ya llevaba un buen rato escuchándole. Cuando se percató de su presencia, quedó un momento en silencio, y le preguntó si lo había oído todo desde el principio. Su padrino le contestó: "Elige otro objeto para mañana".

Silver se fijó esta vez en una cerámica en forma de escudo con tres caras de mujer situadas en los vértices de un triángulo equilátero y en cuyo centro reinaba una figura muy inquietante: un rostro femenino cuya cabellera estaba formada por serpientes vivas y amenazantes. Su Padrino le había colocado un sello en el que figuraba su nombre: La Gorgona Medusa.




Cuento original de © Francisco de la Flor Terrero Octubre 1999

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