Bodegón

Bodegón

domingo, 10 de diciembre de 2017

martes, 10 de mayo de 2016

miércoles, 9 de marzo de 2016

domingo, 28 de febrero de 2016

¡Navafría mía!

¡Navafría mía!

Estampas del día 28/2/16.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

¡Navafría mía!

¡Navafría mía!



Llegamos al Guadalquivir, el llamado Betis, navegable  hasta Sevilla. El río andaluz por antonomasia.

viernes, 4 de diciembre de 2015

¡Navafría mía!

¡Navafría mía!



El Guadiana, el que reaparece en Los Ojos del Guadiana, cerca de Argamasilla de Alba.

martes, 1 de diciembre de 2015

viernes, 27 de noviembre de 2015

Los ríos de España en verso - ¡Navafría mía!

Los ríos de España en verso - ¡Navafría mía!



Comienzo una publicación de vide-montajes sobre los 6 principales ríos de España versificados.

Los ríos de España en verso: Duero - ¡Navafría mía!

Los ríos de España en verso: Duero - ¡Navafría mía!

viernes, 20 de noviembre de 2015

Pensamientos

No sé si existo.
No sé si todo lo que hay es producto de mi mente.
No sé si el comentario de jabonozo está puesto ahí por él o es producto de mi propia imaginación.
¿Es posible que todo lo que veo, siento, palpo, y recibo por mis sentidos sea exterior a mí, o será producto de mi imaginación?
Si soy capaz de imaginar cada persona, cada cosa, cada invento, cada descubrimiento, cada paisaje,... entonces tengo el poder creador en mi mente.
Entonces tú no existes, el aire, el árbol, el paisaje, ... nada existe.
No me quiero adjudicar el poder absoluto.
No puedo pretender tener una mente infinitamente grande.
No quiero pensar que soy el único ser pensante.
No puedo ser tan insensato como para creerme Dios.

domingo, 16 de diciembre de 2007

¡Ha muerto Sise!

El pasado 14 de diciembre recibí la noticia estando en Bustarviejo.
Me llamó al móvil mi hermano Antonio para comunicarme que había muerto Sise.
Debía de tener, según mis cálculos, unos ochenta y tres u ochenta y cuatro años.
Recuerdo muchas cosas de él. Cuando yo era niño, el era ya mozo.
Era el tercero de los ocho hijos del matrimonio formado por tía Conrada y tío Marcelino: Máximo, que fue padrino de mi hermano Antonio, y que murió hace ya muchos años, Felipa (que también murió), Sise, Vale, Antonia, Leo, Juanito y "Chilo" es decir: Basilio.
En los años del hambre, cuando él estaba haciendo la mili, en alguna ocasión si mi padre no podía ir a traernos pan, él se encargaba de ello.
Recuerdo que en uno de los viajes nos traía un pan de dos kilos y el policía que hacía servicio en el tren se lo quiso requisar, pero él dijo que era su bocadillo y tuvo que comerse todo el pan para que no se lo quitasen. Todo un gesto.
Se dedicó a la agricultura. Trabajaba como criado en casa de su tía Castora, casada con Felicísimo. Llevaba todo el peso de la labranza, ya que Tío Felicísimo no trabajaba en el campo debido a su cojera y su hijo Paco siempre estuvo superprotegido de su padre que le dedicaba a estudiar para hacer oposiciones a la policía, oposiciones que nunca aprobó.
Fue buen labrador desde muy joven, un año ganó el concurso de arada que se hacía por San Isidro, organizado por la Delegación Local de la Organización Sindical Agraria, por hacer el surco más derecho entre todos los participantes.
Buen bailarín de jota, también quedó campeón, junto a Teódula, del concurso de jotas que se organizaba por las fiestas de la Soledad.
Se casó con su prima Isabel, hija de Castora y Felicísimo y con ella tuvo tres hijos: Isabelita, Javier y Conchita.
Hacían muy buena pareja, pues ella era esbelta y guapa y de hablar gracioso, y él, buen mozo y de mirada cristalina.
Quedó viudo muy pronto, ya que Isabel murió, creo recordar que en invierno, mientras daba de mamar a Conchita, a los pocos días de nacer esta última.
Desde entonces, Delfina, su prima y cuñada, hermana de Isabel, se encargó de atenderle a él y a sus hijos, y con él ha estado viviendo hasta que ha muerto.
Durante muchos años, todas las tardes iba a acostar a Humbelina, para ayudar a Teódula y se pasaba un buen rato de conversación con ellas, a pesar de que eran bastante mayores que él.

Le he tenido siempre un cariño especial y siento mucho su desaparición y no haber podido acompañar a su familia en su velatorio.
A todos ellos mi afecto.

viernes, 23 de febrero de 2007

El aprendiz de Anticuario: Día Quinto



Silver se fijó esta vez en una cerámica en forma de escudo con tres caras de mujer situadas en los vértices de un triángulo equilátero y en cuyo centro reinaba un rostro muy inquietante: una cara de mujer cuya cabellera estaba formada por serpientes vivas y amenazantes. El Padrino le había colocado un sello en el que figuraba su nombre: La Gorgona Medusa.






Las Gorgonas eran tres hermanas, Esteno, Euríale y Medusa, todas ellas bellas en un tiempo. Pero una noche, Medusa se acostó con Poseidón en un templo de Atenea. Furiosa, la transformó en un monstruo alado con ojos deslumbrantes, grandes dientes, lengua saliente, garras afiladas y cabellos de serpientes, cuya mirada convertía a los hombres en piedra... Cuando Perseo decapitó a Medusa, Crisaor y Pegaso, nacieron de su cadáver.

Medusa evocó en Silver el recuerdo de la mujer de Lot, la cual se convirtió en estatua de sal cuando desobedeció el mandato divino de no volver a mirar a la perversión, reflejada en las ciudades de Sodoma y Gomorra. Lot, al igual que Orfeo, perdió a su amada Eurídice al no poder soportar la tentación de volverse para comprobar si la estaba rescatando del mundo de los muertos...

La fascinación de la perversión... Es mejor no mirar, si la miras una vez, estás perdido, no puedes dejar de mirar... Para vencer esta tentación tan fuerte se necesitan instrumentos muy poderosos como aquéllos con los que fue investido Perseo por los dioses: el escudo de Atenea (la sabiduría), la hoz diamantina de Hermes (la decisión), un par de sandalias aladas (el sigilo), un zurrón mágico para guardar la cabeza cortada (la precaución), y el yelmo negro de la invisibilidad de Hades (la oportunidad). Y con todo, estos instrumentos hay que usarlos una sola vez y en el momento preciso, ya que una vez utilizados pierden toda propiedad...

El mito de Perseo, como el de Lot, quizás estén hablando de lo mismo. Cómo se puede vencer a la perversión... aunque emplean estrategias distintas. Lot, lleva una vida natural, no se mezcla con la gente perversa, y cuando llega el momento se aleja sin mirar atrás. A pesar de todo, pierde a su "media naranja". Perseo lucha, se enfrenta a Medusa, y la mata, aunque con muchísimas ayudas y mirando tan sólo el reflejo de su rostro a través del escudo de Atenea.

El mal acecha en el corazón del hombre, y es difícil mantenerse recto. No es una batalla que se pueda ganar con un corte de yugular... Se necesita mucha voluntad, mucho conocimiento de la vida y mucha convicción; armarse de paciencia sabiendo que lo que uno ha elegido para sí y los suyos, aunque parezca "aburrido" y no muy "atractivo", sea la única manera de vencer a la perversión: No mirar hacia atrás, no mirar a Medusa.

Si se mira, tan sólo una vez, quedarás petrificado, hechizado por su embrujo, perdiendo toda voluntad y poder de decisión. Porque Medusa aún vive... en la cabeza del hombre en forma de ideas-serpientes que pervierten el pensamiento y la mirada, prometiendo placeres a costa de anular los sentimientos y los afectos que son la base de la vida.

Silver, hablaba esta vez con voz muy queda... Apenas se oía su discurso. Sus palabras, entrecortadas, parecían dictadas por una fuerza que le hablaba desde su interior...Cuando hubo terminado su relato, sintió que a su padrino se le hacía un nudo en la garganta, impidiéndole pronunciar nada durante un tiempo. Tanto fue así, que lo único que pudo hacer esta vez fue señalar con el índice los objetos de la tienda, dando a entender a Silver el visto bueno para trabajar un día más.

Silver cogió con su mano derecha un arco de madera de boj fuertemente tensado. Era un objeto grácil, liviano y potente a la vez. Se colocó en la espalda un carcaj que albergaba en su interior media docena de flechas. Se paseó un buen rato por los entresijos de la tienda acechando como un cazador, antes de irse a dormir.

Cuento original de © Francisco de la Flor Terrero Octubre 1999

El aprendiz de Anticuario: Día Cuarto


Silver metió la mano en un viejo arcón y cerró los ojos, dejándose guiar por el azar. Al rebuscar entre los objetos se pinchó con uno de ellos, haciéndose sangre en un dedo. Cuando sacó la mano
, se encontró con un colgante del que pendía un hermoso caballo blanco con un cuerno en la frente: El "Unicornio".


Esta vez le tocó un caballo. Un caballo con un cuerno. Desde luego que había visto unicornios, en muchos lugares y en muchos sitios. Se preguntó por qué este animal se ha difundido tanto. Pensó que tanto Pegaso el caballo alado, como los Centauros, mitad hombres, mitad caballos, ambos de la mitología Griega, tendrían que ver con el Unicornio.

Todos compartían la naturaleza animal del caballo, pero cada uno de ellos presenta una característica especial: uno tiene un cuerno en forma de caracolillo; el otro, es alado; y el Centauro posee la mitad superior humana.

Lo blanco y alado y lo sobrenatural del cuerno, sugieren algo divino, y lo divino casi siempre corresponde con un deseo de contener los impulsos humanos. El caballo ha representado en más de una ocasión a las pasiones humanas, y el bocado, al dominio de las mismas por la persona. Un jinete que domina a su montura.

Cuentan los mitos que Pegaso nació, junto con el guerrero Crisaor, del cadáver de Medusa -muerta por Perseo con un golpe de su hoz-, al igual que Afrodita, la diosa del Amor, que nace de la castración de Urano por la hoz de Cronos.

Parece que algunos deseos humanos, sobre todo los agresivos y sexuales, han sido vividos por los hombres como salvajes y peligrosos. La urgencia de estos deseos y su falta de control son como caballos desbocados que pueden arrollar o herir a alguien, cuando no a sí mismos. Estos impulsos siguen causando a los hombres más de una desgracia, de ahí que los Unicornios continúen siendo tan atractivos.

Sin embargo hay una tendencia a querer "purificarse", a quere controlarse, por eso al caballo, que podría ser el representante del cuerpo con toda la fuerza de las pasiones, hay que revestirlo de una cualidad especial, el cuerno del Unicornio, o las alas de Pegaso, porque si no a lo más que podríamos aspirar es a quedarnos en Centauros, sufriendo de forma impotente los deseos no totalmente controlados, haciéndonos sentir que no somos dueños de nuestra persona y con el añadido de ser un monstruo.

Sin darse cuenta, Silver estaba diciendo todo esto en viva voz, no estaba pensando como él creía, sino que estaba hablando consigo mismo, sin saber que su Padrino ya llevaba un buen rato escuchándole. Cuando se percató de su presencia, quedó un momento en silencio, y le preguntó si lo había oído todo desde el principio. Su padrino le contestó: "Elige otro objeto para mañana".

Silver se fijó esta vez en una cerámica en forma de escudo con tres caras de mujer situadas en los vértices de un triángulo equilátero y en cuyo centro reinaba una figura muy inquietante: un rostro femenino cuya cabellera estaba formada por serpientes vivas y amenazantes. Su Padrino le había colocado un sello en el que figuraba su nombre: La Gorgona Medusa.




Cuento original de © Francisco de la Flor Terrero Octubre 1999

El aprendiz de Anticuario: Día Tercero



Silver ya sabía qué era lo que iba a elegir, en caso de obtener el consentimiento de su padrino. Se fue hacia la pared y descolgó un hacha de doble hoja. De su empuñadura colgaba una etiqueta en la cual se podía leer lo siguiente: "Ax bipenne"

El hacha de piedra fue llamada también la piedra del rayo. Es la primera arma-utensilio del hombre. El hacha, por lo tanto, es como el rayo, es el arma del trueno, emblema de fuerza, hiende y quiebra; abre y penetra la tierra o la mente, como la de Zeus, de la cual salió Atenea, símbolo de la Sabiduría.

El hacha de doble filo, sin embargo no es solamente destructora, sino también productora. Puede simbolizar la muerte y la vida, las dos energías contrarias, pero complementarias, como el Caduceo de Hermes, el Vajra hindú o el martillo de Thor.

Este tipo de hacha es como los cuernos del toro. Símbolo de poder, de fuerza y de soberanía, es como un cetro.

Se asemeja de alguna forma a la cruz de los cristianos, luego es posible que tenga que ver con el sacrificio. Quizás sea un intento de sacrificar los instintos más agresivos del hombre, o por lo menos de mantenerlos a raya, como el hacha de guerra entre los indios de América del norte, que cuando está enterrada es señal de paz, mientras que si se alza es como si se diera permiso para liberarar los instintos más peligrosos del hombre.

El hacha, como la cruz, es un equilibrio entre todas las tensiones, arriba-abajo, izquierda-derecha, norte-sur, este-oeste. Si el hacha está en tierra, todo permanece en equilibrio. Si se empuña, puede ser generadora de muerte.

Su Padrino cerró la tienda y se dispuso a escuchar a Silver, que se encontraba aún sumergido en sus pensamientos. Durante el relato, producto de sus recuerdos y fantasías, fue aumentando progresivamente su tono vocal sin que se apercibiera de ello. A su término, se dio cuenta de que su voz resonaba por toda la habitación. Su Padrino sin embargo, escuchó atentamente sin interrumpirlo, apareciendo esta vez una mueca parecida a una sonrisa. Le dijo, no obstante, la frase deseada: "Elige otro objeto para mañana".

Silver metió la mano en un viejo arcón y cerró los ojos, dejándose guiar por el azar. Al rebuscar entre los objetos se pinchó con uno de ellos, haciéndose sangre en un dedo. Cuando sacó la mano, se encontró con un colgante del que pendía un hermoso caballo blanco con un cuerno dorado en la frente: El Unicornio.

Cuento original de © Francisco de la Flor Terrero Octubre 1999

El aprendiz de Anticuario: Día Segundo


Silver miró hacia todos lados y se dirigió, como hipnotizado, hacia un anillo
de oro en forma de Dragón circular, el cual se comía su propia cola. En la vitrina en la que estaba expuesto ponía un extraño nombre: "Ourobouros"

Desde que salió de la tienda, no podía pensar en otra cosa que en ese extraño anillo. Pero prefirió vaciar su pensamiento de todo contenido y dedicarse a disfrutar de su familia.

A la mañana siguiente, nada más atravesar el umbral de la tienda, recordó el mito egipcio de la lucha entre la Serpiente Apofis y el dios solar Ra: "Apofis amenaza en todo momento al dios solar y se esfuerza por todos los medios en estorbar su navegación. Todas las mañanas y tardes, el dios

solar, ayudado por su tripulación divina, consigue superar las maniobras de su enemigo y prosigue su marcha victoriosamente". A este pensamiento se le sumó la lucha que mantienen la Serpiente Tiamat y el dios Marduk, lucha de la creación según el Enuma Elish de los Sumerios.

Siguió pensando sobre el asunto: Principio y fin que se unen... una cosa circular es algo que no tiene fin, es la vez finita pero infinita en su camino. Se empieza en un punto cualquiera no se termina nunca... ¡Cómo un reloj! Sí, el tiempo tiene que

ver algo en esto, el día sucede a la noche y la noche al día. ¿Tendrá que ver con el miedo a la oscuridad? Cuando cae la tarde, la hora del crepúsculo es un momento incierto, no se sabe

lo que va a pasar. Es el único momento del día en el que se puede mirar al sol sin que te dañe la vista. Parecería que es como si el sol estuviera débil en ese momento. El sol "muere", se sumerge sobre la tierra o el mar, desaparece y empieza la oscuridad.

Con la oscuridad vienen todos los temores, no se distingue nada y las cosas pierden sus colores. El hombre durante el día realiza sus proyectos, la luz le da seguridad. Con el atardecer se encuentra cansado y hay que dormir, que es como "morir" un poco. Además por la noche se sueña, (aparece lo incomprensible...) y cuando uno se duerme no sabe si despertará... Tan sólo la luz de un nuevo día es sinónimo de esperanza.

Una vez que la noche ha pasado, el sol vuelve a nacer, cómo el Ave Fénix, que renace de sus cenizas. El sol vence a la oscuridad, Ra vence a Apofis y Marduk a Tiamat, pero es una victoria momentánea, ya que al caer la tarde, estos héroes vuelven a ser sepultados por las sombras. Por eso el Ourobouros se come a sí mismo porque es la misma cosa el día que la noche, porque uno no puede existir sin el otro y porque uno se "alimenta" del otro.

Cuando su padrino cerró la tienda, Silver estaba aún más excitado que el día anterior, aunque esta vez trató de calmarse. Le contó todos sus pensamientos de una forma muy ordenada. Al terminar su relato quedó a la espera de adivinar alguna emoción en su padrino, sin embargo no se inmutó. Lo escuchó en silencio y tan sólo le dijo: "Elige otro objeto para mañana".

Silver ya sabía qué era lo que iba a elegir, en caso de obtener el consentimiento de su padrino. Se fue hacia la pared y descolgó un hacha de doble hoja. De su empuñadura colgaba una etiqueta en la cual se podía leer lo siguiente: Ax bipenne

Cuento original de © Francisco de la Flor Terrero Octubre 1999

El pequeño anticuario: Día Primero

Para el primer día, Silver eligió un cañón herrumbroso que, según le indicó su padrino, procedía de un viejo galeón español del siglo XVI, en el que se hallaba un grabado de una extraña figura: una especie de animal con cabeza de león que escupe fuego, con alas y garras de águila y una enorme cola de serpiente.

Él sabía que eso era un Dragón, lo había visto en libros de Alquimia, y en algunos relatos mitológicos y religiosos. Recordó a ese "animal" en diversos lugares a través de la historia de la humanidad. En Egipto como Esfinge; en Asiria como símbolo de poder y religioso de los Emperadores; en la Antigua China; en las leyendas Nórdicas actuales como el Monstruo del Lago Ness, en el culto Babilónico y en Quetzalcoatl, la serpiente emplumada de los Aztecas...

Todas esas imágenes se le vinieron a su pensamiento con un simple grabado. Imaginó que la persona que la realizó debería conocer también todos esos pueblos y esas culturas antiguas, aunque después cayó en la cuenta de que sitios tan lejanos en el tiempo y en el espacio era imposible ser conocidos por una misma persona en aquella época.
Entonces, ¿cómo puede estar en tantos sitios a la vez? Además, si eso no era un animal, tendría que ser la representación de algo, ¿qué podría representar que fuera común a todos los pueblos y culturas? ¿Por qué ese carácter sobrenatural? ¿Por qué esos atributos de animales?
Cabeza de león..., una cara redonda.., con una gran melena rubia..., el rey de la selva..., un león que escupe fuego....... Eso... ¡¡¡eso podría ser el SOL!!! Sí, el sol se ve desde todas las partes del mundo, en todos los países y durante todo el tiempo, en todos los pueblos y culturas.
Unas alas y garras de águila..., desde luego tiene que ser algo que esté en el cielo y que se posa en la tierra.., podría ser ¿el AGUA? Sí, la lluvia cae en todas partes y en cualquier rincón del mundo, viene desde lo alto hasta la tierra.
¿Y la cola de la serpiente? La serpiente es un animal que no se levanta del suelo, está pegada a la tierra, se arrastra, es sigilosa y no se siente, ¿qué podrá ser esto?.... No sé, no se me ocurre nada. Pero si la cabeza es el principio de algo, y el cuerpo la mitad, desde luego la cola es el fin.

Si el León es el Sol y el Águila la Lluvia, quizás la imagen entera sea... EL AÑO! El año climático, claro! La serpiente tendrá que representar al Invierno, esa época del año en la que parece que no pasa nada y que todo está muerto, en la que todo está frío y gris y que apenas hay sol.

El tiempo del sol, época de salud, de caza, de cosechas...; la época de lluvias, fuente de vida para hombres, animales y plantas...; el invierno, época de frío, de espera silenciosa, de sombras y grises, sinuoso y callado.

Entonces lo que representa son las Estaciones del Año y el poder que tienen estos elementos sobre el desarrollo de un pueblo, por eso eran elementos de culto, porque si hacía demasiado calor, o llovía demasiado o el invierno era muy crudo sobrevenían grandes desastres sobre las gentes. Y como esos fenómenos son tan impredecibles, parecerían que tuvieran el poder de dar la vida o la muerte, y por lo tanto hay que tenerlos contentos adorándolos y ofreciéndoles sacrificios, a veces incluso humanos.

Cuando esa noche llegó su padrino, Silver estaba excitado contándole todos sus descubrimientos, con palabras atropelladas pero con sentido. Al terminar su relato seguía eufórico y expectante, sin embargo su padrino no se inmutó. Lo escuchó en silencio y tan sólo le dijo: "Elige un objeto para mañana".

Silver miró hacia todos lados y se dirigió, como hipnotizado, hacia un anillo de oro en forma de Dragón circular, el cual se comía su propia cola. En la vitrina en la que estaba expuesto ponía un extraño nombre: Ourobouros.


Cuento original de © Francisco de la Flor Terrero Octubre 1999

El aprendiz de Anticuario




Silver debía nacer, según los médicos, el día 1 de Diciembre, pero por circunstancias que aún se desconocen, eligió el último día del milenio en su último segundo. Lloró lo necesario para que la matrona no le diera más cachetes en el culo, abrió un solo ojo y se abalanzó al manantial de leche que le acercó su madre.
Pasaron los años y creció sano y robusto. Cuando llegó la hora de ir al colegio, se entretenía tanto con las cosas del camino que siempre llegaba tarde. A pesar de todo aprendió a leer y a escribir con facilidad, descubriendo un inmenso placer en ello.
Se hizo un poco mayor y sus padres le dejaron ir sólo a la escuela, pero su curiosidad le hacía perder tanto tiempo que todos los días se encontraba con las puertas cerradas. Entonces, se iba a la biblioteca -que no tenía horario- para aprender cosas. Pedía varios libros y enciclopedias a la vez, según le guiaban su curiosidad y entusiasmo. Le fascinaban las leyendas y las historias de los héroes y magos, así como de los personajes mitológicos. Se lo pasaba en grande leyendo esas increíbles aventuras. Pero como no hacía los exámenes del colegio, sus notas eran desastrosas, y sus padres acabaron creyendo que a su hijo no le gustaba el cole.
Por eso le pusieron de mayor en una pequeña tienda de antigüedades que regentaba el Padrino de Silver. Al principio no quería trabajar, pero cuando entró en ese pequeño museo su imaginación empezó a desbordarse, fantaseando miles de historias sobre los diversos y variopintos objetos que allí se encontraban.
El Padrino de Silver aceptó a enseñarle el oficio de anticuario advirtiéndole que no le iba a resultar nada fácil, pues antes de considerarlo apto para el trabajo, le tenía demostrar que conocería una a una la historia de todas las piezas que componían su negocio.
"Cada día elegirás un objeto, y pensarás todo el tiempo en él. Mientras, atenderé al público, y cuando llegue la noche, me contarás qué has averiguado. Si tus explicaciones me fueran gratas, podrás volver al día siguiente; en caso contrario, deberás aprender otro oficio"
Silver aceptó el reto, pues había observado en la estancia libros, cuadros y objetos tan fantásticos que no podía resistir la tentación de poder leerlos, tocarlos y admirarlos, aunque fuera un sólo día.


lunes, 19 de febrero de 2007

El caballo de Troya



Había una vez un rey llamado Príamo.

Era rey de Troya,

una ciudad grande y amurallada.




Príamo tenía dos hijos varones:

Paris y Héctor.

Paris era famoso por su belleza

y Héctor se distinguía por su valor.

Un día, el príncipe Paris

fue a la ciudad de Esparta

y conoció allí a la mujer más bella

de toda Grecia.




Se llamaba Helena

y era la esposa del rey Menelao.

Paris quedó encantado

por la belleza de Helena

y decidió llevársela consigo a Troya.

Cuando el rey Menelao se enteró

de que habían raptado a su esposa,

lleno de furia,

convocó a todos los reyes de Grecia

a declarar la guerra.




Reunieron más de mil naves

y muchísimos soldados

y zarparon hacia Troya,

desembarcaron frente a sus murallas

y rodearon la ciudad.

Durante el día atacaban;

por la noche descansaban

para recuperar sus fuerzas.




El griego más valiente era Aquiles.

El más valiente de los troyanos

era Héctor, hermano de Paris.

La lucha era tan igual

que iban diez años de guerra

y no había un ganador.

Los soldados griegos,

cansados de luchar,

empezaban a pensar

en volver a sus hogares.

Ulises, uno de los reyes griegos,

no quería retirarse sin ganar

y tuvo una idea.




Siguiendo las indicaciones de Ulises

los griegos construyeron

un enorme caballo de madera

y dentro de él escondieron

a muchos soldados.




Todos los demás se subieron a sus barcos

y simularon que volvían a Grecia.

En realidad,

sólo fueron hasta una isla cercana.

Al ver esto,

los troyanos creyeron que habían ganado.

Salieron de la ciudad a festejarlo

y fueron hasta la playa.

Todos se preguntaban qué significaba

ese enorme caballo de madera.




Un griego que se había quedado escondido

entre los juncos les explicó

que era una ofrenda a la diosa Atenea.

Les dijo que lo habían hecho tan grande

para que no pudieran introducirlo en la ciudad

por la puerta de la muralla

y atraer así los favores de la diosa.

Los troyanos decidieron

meter el caballo a la ciudad.

Para ello tuvieron que romper parte de la muralla.




Lo pusieron en la plaza central.

Hicieron una gran fiesta.

Tomaron mucho vino, comieron y bailaron,

sin imaginar lo que iba a suceder.



De pronto,

cuando la fiesta estaba llegando a su fin,

los soldados salieron del caballo.

A ellos se les sumaron los otros

que habían vuelto con sus barcos

que se metían por la muralla rota.

Los troyanos no pudieron defenderse

y su ciudad fue destruida.




lunes, 6 de noviembre de 2006

Capítulo final


Abrió los ojos. Después de mirar a todas partes, se convenció de que nada tenía alrededor, fuera de lo habitual. Sin embargo presentía que algo había,…algo, junto a él, se ocultaba,…algo le hacía estar inseguro.

Se levantó despacio y sin hacer ruido. Se sentía vigilado, como si “algo” calibrara sus más leves movimientos. Por eso no se calzó. Ni se vistió. Solo separó la sábana levemente y aguantó la respiración.

Fue despacio hasta la cortina del balcón y miró detrás con cuidado de no moverla. Allí no había nada. Se agachó y miro bajo la cama. Solo algunas pelusas de polvo se dejaron ver.

No había nada… y sin embargo estaba convencido de su presentimiento.

Sonaron las diez en el reloj de la torre y un ruido seco se dejó oír trás de la puerta, seguido de unas pisadas que se alejaban con cierta rapidez. Abrió con prontitud y no vio nada en el pasillo. Solo, apoyada en el quicio, una bolsa blanca, cerrada, descansaba en el suelo.

No sabía que hacer si cogerla o no, por eso se quedó observándola. Después de un largo rato se decidió y la levantó del suelo. No tenía un peso excesivo. Decidió meterla dentro y mirar su contenido.

La puso sobre la mesa de estudio y vio que la bolsa cambiaba de forma ensanchándose hacia el fondo. Apretó con su mano el exterior y sintió una cosa poco consistente.

Decididamente metió la mano para sacarlo y vio enrollarse sobre su brazo una masa informe y gelatinosa que empezó a extenderse cada vez más.

¡No salía de su sorpresa!

¡Imposible reaccionar!

Pronto había ganado su hombro y se enroscaba sobre su cuello. Unas largas prolongaciones con uñas salieron de ella y se dirigieron a sus ojos. Vio como amenazadoramente se aproximaban y… dejó de ver. Un fuerte dolor pareció romperle el cerebro, un fuerte y largo dolor que se fue prolongando mientras esos tentáculos barrenaban en su interior y succionaban y succionaban hasta dejar vacía su mente.


viernes, 3 de noviembre de 2006

La piedra

Llegó el abuelo.

La buena de Tonia había tenido un nieto, sin esperarlo. Su hija había tenido en secreto su embarazo sin que nadie en la casa notara nada; pero un buen día de enero la empezaron las contracciones, se fue al hospital y la dijeron que estaba de parto. Y ella, ¿qué iba a hacer?, pues lo lógico, lo que hizo: llamar a su madre al móvil y decirla que la habían ingresado en el hospital.

Tonia, alarmada, se fue enseguida allí, a ver que pasaba, y se encontró, además de con la hija, con un nieto nuevo.

Resulta que en poco tiempo, y tras una cesárea, La enfermedad de la hija había sido un retoño: “el Dani” que solo. comía y dormía…

Tonia llamó a la mamá y contó lo sucedido. Dijo que no le quedaba más remedio que atender a la hija y al nieto, pero que no se preocupara, que a sus niños no los iba a descuidar.

La llamada a Móstoles de aquella tarde fue para decir a los abuelos lo que pasaba y ver si el abuelo podía echar una mano.

El abuelo no lo dudó, y, aunque la abuela dijo que si el abuelo no se veía con fuerzas para ir y atender a los niños se iba ella para allá, dijo que no, que ella tenía su trabajo y que se iba a Gelida a cuidar a los nietos.

Dicho y hecho. El quince de enero a las doce de la mañana, tomó el “Alaris” para ir a Barcelona. Su hija, acompañada de sus nietos, se encargó de recogerle en la estación de Sants y trasladarle a Gelida.

Allí, el abuelo llevaba a los niños al colegio por las mañanas y los recogía por las tardes, dejándoles jugar un rato mientras merendaban, luego se iban a casa, les dejaba ver un rato los dibujos de la tele, hasta que Tonia les bañaba, cosa que se hacía pronto para que ella pudiera
marchar a atender a los suyos.

Los niños pedían al abuelo que les contase cuentos y el abuelo transformaba cualquier andanza de los niños en un cuento que les mantenía con la boca abierta durante un buen rato esperando el desenlace final porque ya se habían identificado con el correspondiente personaje.

El abuelo preguntó a su nieto un día qué iba a ser de mayor, y el nieto dijo que astronauta, por eso el cuento de aquel día fue sobre la vida del astronauta en la nave espacial.

-“Tiene que vivir en tan poco espacio que debe ser muy, pero que muy ordenado. No puede dejar las cosas tiradas en cualquier parte, porque le estorbarían y como no hay gravedad, se quedarían flotando dentro de la nave y podrían dañarle. Tampoco debe estar tocando botones a tontas y a locas sin saber la función que tienen, porque incluso podrían cambiar el rumbo de la astronave y hacer que se perdiera en el espacio, o incluso lanzar al astronauta fuera de la nave…”

Durante varios días estuvo el niño ordenando todas sus cosas antes de ir a cenar, porque estaba decidido a ser astronauta.

El Petit Palau

Al abuelo le habían dicho que tenía que ir elegante, porque el día 16 de enero tenían que ir a un concierto al Petit Palau, así que el abuelo había llevado hasta corbata.

Efectivamente la mañana del día 16 fue mañana de concierto.

Nos desplazamos hasta Barcelona todos en el BMV de papá, que nos dejó junto al Palau, porque él tenía trabajo.

Allí nos encontramos con los Michavila que también habían llevado a sus hijos al concierto.

Entramos, pues, al Palau, una maravilla de la arquitectura con amplísimas escaleras de mármol y barandales de columnillas doradas. Nos aposentamos en el patio de butacas en dos filas: en la de atrás los mayores y en la delantera los niños. Pronto apareció por los pasillos un fantasma con una maleta. Lo recorría todo mientras unos niños gritaban y se escondían donde podían y otros querían tocarlo. Al fin llegó al escenario y después de recorrerlo minuciosamente, dejó la maleta en un lateral, se dirigió a una puerta y de allí fue sacando un conjunto de músicos con sus instrumentos, que iba sentando en las sillas que estaban colocadas sobre una plataforma dentro del escenario.

Empezó el concierto con música muy agradable que aprovechaban cinco bailarines para moverse con gracia, mientras que el fantasma permanecía sentado sobre su maleta.

Así fue transcurriendo hasta que en un momento determinado los bailarines cogiendo de los extremos de una enorme funda, destaparon el órgano, al que se acercó el fantasma haciéndole sonar con fuerza. Pero no fue el fantasma el concertista de órgano, porque enseguida se acercó a las bambalinas y sacó al concertista vestido de frac. Mientras este tocaba, el fantasma volvió a las bambalinas y de allí sacó a una serie de saltimbanquis que hicieron toda clase de ejercicios mientras sonaba el órgano.

Todos los niños estaban entretenidísimos con lo que veían y oían, pero los saltimbanquis bajaron del escenario y salieron del patio de butacas. De repente la orquesta, órgano incluido, atacó con “El submarino amarillo” mientras una enorme tela azul, semejando una ola, avanzaba sobre las cabezas de los espectadores que la ayudaban a manotazos y con bastante bullicio.

La ola avanzaba y retrocedía al compás de la música, pero, cosa curiosa, justo quedó plegada al finalizar la canción.

Muchas más cosas podríamos contar del concierto, pero… cuando finalizó, y después de permanecer un buen rato a la entrada del Palau, para que los peques estiraran las piernas y se desfogaran debidamente mientras esperábamos a papá, mamá y los Michavila decidieron que fuéramos a comer todos juntos a un restaurante.

Mientras hubo apetito, los chavales estuvieron atentos a su comida, pero en cuanto se saciaron , Pau y su hermana empezaron a pelearse de forma que su papá les tuvo que colocar en los extremos de la mesa, aunque Pau se metió debajo a cuatro patas para seguir chinchando a su hermana.. Así estuvieron hasta que llegaron los postres y comenzaron a hacer los honores a unos ricos helados que ellos mismos habían elegido.

Terminada la comida nos despedimos de los Michavila, dimos un paseo y nos dispusimos a regresar a Gelida.


El abuelo se pone malo

Fueron transcurriendo los días. El abuelo empleaba su tiempo en llevar a sus nietos al colegio por la mañana volver a casa para hacer la gimnasia, ducharse y desayunar y salir a dar un paseo por los caminos del Serralet, por los que no encontraba nunca a nadie, solo unos perros le acompañaban en parte del camino.

Un día, Benito, el marido de Tonia, le dijo que eso era peligroso, ya que si se caía o le pasaba algo no iba a tener quien le socorriera, que al menos se llevara el móvil.

Esa mañana, el abuelo tuvo cuidado de no olvidar el móvil en casa, pero como hacía frío decidió pasear por el pueblo, donde siempre encontraba alguien con quien cambiar unas palabras, cosa que le venía muy bien porque pasaba la mayor parte del día solo.

Fue un jueves cuando el abuelo empezó a sentirse mal. Le molestaba el vientre y le dolía hacia el estómago. Lo achacó a que había estado tomando ibuprofeno para ver si se le quitaba el dolor del brazo que él achacaba al reuma. Aquella noche cenó poco, le sentó todo mal y se tuvo que estar levantando casi de continuo a vomitar. Primero echo la cena, luego bilis y más bilis, y así se pasó también todo el viernes.

El sábado por la mañana, su hija decidió ir a urgencias a Martorell. El abuelo que no conocía el hospital de Martorell, creyó que el edificio del ambulatorio era el hospital y cuando su hija le dejó para que se adelantara mientras ella aparcaba el coche, se fue allí.

Le atendió un médico con deje extranjero que le mandó poner una inyección de Primperan y que tomara unas pastillas de Buscapina y le dijo que eso era un virus. Como pasaron veinticuatro horas y no hubo mejoría ni en cuanto a los vómitos ni en cuanto a los dolores y pensando que la cosa era más seria, su hija decidió mirar en Internet para tratar de encontrar un médico de la sociedad y dieron con un consultorio en Martorell, al que acudieron el lunes por la tarde. El médico que les atendió dijo que habría que hacer una analítica y como la hija le dijo que era veterinaria y que pensaba que podía ser una obstrucción del colédoco decidió darnos una carta para que nos presentásemos en el servicio de urgencias del Hospital de la Sagrada Familia.

De esta consulta se fueron directamente al hospital, donde nada más llegar empezaron a hacerle radiografías, análisis y ecografías y vieron que había una obstrucción intestinal, por lo que le colocaron una sonda naso-gástrica y decidieron que tenía que quedar ingresado, si bien no tenían cama en el hospital, por lo que decidieron llamar al Hospital de Barcelona para reservar una cama y enviarle allí.

Le llevaron en ambulancia con todas las pruebas que le habían realizado y un informe médico que leyó el conductor de la ambulancia, por lo que se entretuvo en ver las pruebas en los semáforos, ya que era estudiante de medicina. Fue tan amable que hasta buscó aparcamiento para su hija.

Ingresado en el Hospital de Barcelona recogió las pruebas el cirujano de urgencias gástricas D. Enrique García-Cascón quien ordenó de inmediato que se hiciera un tac. En cuanto lo vio le dijo que no tenía más remedio que operar, ya que era un ileo biliar que había hecho una fístula y se había pasado al intestino y estaba obstruyendo el yeyuno. Desde allí mismo reservó el quirófano para las doce de la mañana siguiente:

-“A la hora del Ángelus del día de San Blas”, dijo al abuelo, ¿”Sabe usted que hora es esa?”.

–“Las doce de la mañana” “, dijo el abuelo buen conocedor de estas cuestiones religiosas.

-“Se lo dije, porque no todo el mundo lo sabe”, continuó el doctor, experto conversador para establecer la confianza en sus pacientes. “Mire, el año pasado asistí junto con otros dieciocho compañeros a un congreso en Sevilla y los organizadores del congreso decidieron invitarnos a asistir a una “misa rociera”, lo que aceptamos todos encantados, nos desplazamos hasta el Rocío y no parábamos de hablar en el camino, en catalán, claro. Cuando estábamos en la misa y llegó el momento de la Consagración empezó a sonar una música. ¿A que no sabe cual era?

–“El himno nacional es lo que se toca en este momento”, contestó el abuelo.

-“Pues ya ve, nosotros no lo sabíamos y nos mirábamos los unos a los otros como diciéndonos: “ya vienen a por nosotros por ser catalanes, pero ¿sabe por qué lo tocaban?”

-“El himno nacional se hace sonar para rendir honores a la máxima autoridad de un país cuando esta se hace presente. Aquí se hacía presente Dios y no hay que negarle su máxima autoridad”

-“Pues nosotros lo aprendimos entonces. Bueno, pues, quedamos en que mañana a las doce le quitaremos la piedra. No habrá dificultades”

Se despidió y el abuelo, confiando en el doctor, quedó “en capilla”, en la habitación que en la planta décima del Hospital de Barcelona le había correspondido.

Era ésta una habitación muy amplia con un inmenso ventanal desde el que se veía un amplio horizonte de tejados que llegaban hasta el aeropuerto del Prat. Tenía una modernísima cama articulada para el enfermo, llena de botones, y un amplísimo y cómodo sofá-cama para su acompañante. Un par de sillones y una amplia mesa de escritorio amueblaban la estancia que se completaba con un amplísimo cuarto de baño de doble lavabo todo él en mármol.

La mañana siguiente trajo a la abuela en el “Alaris” que venía con la preocupación de la operación, para acompañar y atender al abuelo con todo su cariño.

Minutos antes de las doce del día de san Blas se presentó el peluquero en la habitación que habían asignado al abuelo para rasurarle el vientre.

A continuación apareció el enfermero para bajarle al quirófano.

Era tal su debilidad que el abuelo pensó que se estaba despidiendo del mundo de los vivos, pero puso su confianza en Dios y en el cirujano que le había correspondido y que parecía tener muy clara la intervención que debía practicar

Se despidió el abuelo de su mujer y de su hija con serenidad mientras en su mente tenía presentes a todos los suyos…

Y entró en el quirófano…