Bodegón
domingo, 10 de diciembre de 2017
lunes, 20 de noviembre de 2017
viernes, 3 de noviembre de 2017
martes, 3 de octubre de 2017
martes, 13 de junio de 2017
sábado, 10 de diciembre de 2016
jueves, 14 de julio de 2016
miércoles, 22 de junio de 2016
domingo, 5 de junio de 2016
martes, 10 de mayo de 2016
viernes, 22 de abril de 2016
martes, 12 de abril de 2016
miércoles, 16 de marzo de 2016
miércoles, 9 de marzo de 2016
domingo, 28 de febrero de 2016
lunes, 1 de febrero de 2016
domingo, 17 de enero de 2016
jueves, 24 de diciembre de 2015
miércoles, 9 de diciembre de 2015
¡Navafría mía!
Llegamos al Guadalquivir, el llamado Betis, navegable hasta Sevilla. El río andaluz por antonomasia.
viernes, 4 de diciembre de 2015
¡Navafría mía!
El Guadiana, el que reaparece en Los Ojos del Guadiana, cerca de Argamasilla de Alba.
martes, 1 de diciembre de 2015
viernes, 27 de noviembre de 2015
Los ríos de España en verso - ¡Navafría mía!
Comienzo una publicación de vide-montajes sobre los 6 principales ríos de España versificados.
Los ríos de España en verso: Duero - ¡Navafría mía!
viernes, 20 de noviembre de 2015
Pensamientos
No sé si todo lo que hay es producto de mi mente.
No sé si el comentario de jabonozo está puesto ahí por él o es producto de mi propia imaginación.
¿Es posible que todo lo que veo, siento, palpo, y recibo por mis sentidos sea exterior a mí, o será producto de mi imaginación?
Si soy capaz de imaginar cada persona, cada cosa, cada invento, cada descubrimiento, cada paisaje,... entonces tengo el poder creador en mi mente.
Entonces tú no existes, el aire, el árbol, el paisaje, ... nada existe.
No me quiero adjudicar el poder absoluto.
No puedo pretender tener una mente infinitamente grande.
No quiero pensar que soy el único ser pensante.
No puedo ser tan insensato como para creerme Dios.
domingo, 16 de diciembre de 2007
¡Ha muerto Sise!
Me llamó al móvil mi hermano Antonio para comunicarme que había muerto Sise.
Debía de tener, según mis cálculos, unos ochenta y tres u ochenta y cuatro años.
Recuerdo muchas cosas de él. Cuando yo era niño, el era ya mozo.
Era el tercero de los ocho hijos del matrimonio formado por tía Conrada y tío Marcelino: Máximo, que fue padrino de mi hermano Antonio, y que murió hace ya muchos años, Felipa (que también murió), Sise, Vale, Antonia, Leo, Juanito y "Chilo" es decir: Basilio.
En los años del hambre, cuando él estaba haciendo la mili, en alguna ocasión si mi padre no podía ir a traernos pan, él se encargaba de ello.
Recuerdo que en uno de los viajes nos traía un pan de dos kilos y el policía que hacía servicio en el tren se lo quiso requisar, pero él dijo que era su bocadillo y tuvo que comerse todo el pan para que no se lo quitasen. Todo un gesto.
Se dedicó a la agricultura. Trabajaba como criado en casa de su tía Castora, casada con Felicísimo. Llevaba todo el peso de la labranza, ya que Tío Felicísimo no trabajaba en el campo debido a su cojera y su hijo Paco siempre estuvo superprotegido de su padre que le dedicaba a estudiar para hacer oposiciones a la policía, oposiciones que nunca aprobó.
Fue buen labrador desde muy joven, un año ganó el concurso de arada que se hacía por San Isidro, organizado por la Delegación Local de la Organización Sindical Agraria, por hacer el surco más derecho entre todos los participantes.
Buen bailarín de jota, también quedó campeón, junto a Teódula, del concurso de jotas que se organizaba por las fiestas de la Soledad.
Se casó con su prima Isabel, hija de Castora y Felicísimo y con ella tuvo tres hijos: Isabelita, Javier y Conchita.
Hacían muy buena pareja, pues ella era esbelta y guapa y de hablar gracioso, y él, buen mozo y de mirada cristalina.
Quedó viudo muy pronto, ya que Isabel murió, creo recordar que en invierno, mientras daba de mamar a Conchita, a los pocos días de nacer esta última.
Desde entonces, Delfina, su prima y cuñada, hermana de Isabel, se encargó de atenderle a él y a sus hijos, y con él ha estado viviendo hasta que ha muerto.
Durante muchos años, todas las tardes iba a acostar a Humbelina, para ayudar a Teódula y se pasaba un buen rato de conversación con ellas, a pesar de que eran bastante mayores que él.
Le he tenido siempre un cariño especial y siento mucho su desaparición y no haber podido acompañar a su familia en su velatorio.
A todos ellos mi afecto.
viernes, 23 de febrero de 2007
El aprendiz de Anticuario: Día Quinto
Silver se fijó esta vez en una cerámica en forma de escudo con tres caras de mujer situadas en los vértices de un triángulo equilátero y en cuyo centro reinaba un rostro muy inquietante: una cara de mujer cuya cabellera estaba formada por serpientes vivas y amenazantes. El Padrino le había colocado un sello en el que figuraba su nombre: La Gorgona Medusa. |
El aprendiz de Anticuario: Día Cuarto
Silver metió la mano en un viejo arcón y cerró los ojos, dejándose guiar por el azar. Al rebuscar entre los objetos se pinchó con uno de ellos, haciéndose sangre en un dedo. Cuando sacó la mano |
El aprendiz de Anticuario: Día Tercero
Silver ya sabía qué era lo que iba a elegir, en caso de obtener el consentimiento de su padrino. Se fue hacia la pared y descolgó un hacha de doble hoja. De su empuñadura colgaba una etiqueta en la cual se podía leer lo siguiente: "Ax bipenne" |
El aprendiz de Anticuario: Día Segundo
|
El pequeño anticuario: Día Primero
Él sabía que eso era un Dragón, lo había visto en libros de Alquimia, y en algunos relatos mitológicos y religiosos. Recordó a ese "animal" en diversos lugares a través de la historia de la humanidad. En Egipto como Esfinge; en Asiria como símbolo de poder y religioso de los Emperadores; en la Antigua China; en las leyendas Nórdicas actuales como el Monstruo del Lago Ness, en el culto Babilónico y en Quetzalcoatl, la serpiente emplumada de los Aztecas...
Todas esas imágenes se le vinieron a su pensamiento con un simple grabado. Imaginó que la persona que la realizó debería conocer también todos esos pueblos y esas culturas antiguas, aunque después cayó en la cuenta de que sitios tan lejanos en el tiempo y en el espacio era imposible ser conocidos por una misma persona en aquella época.
Entonces, ¿cómo puede estar en tantos sitios a la vez? Además, si eso no era un animal, tendría que ser la representación de algo, ¿qué podría representar que fuera común a todos los pueblos y culturas? ¿Por qué ese carácter sobrenatural? ¿Por qué esos atributos de animales?
Cabeza de león..., una cara redonda.., con una gran melena rubia..., el rey de la selva..., un león que escupe fuego....... Eso... ¡¡¡eso podría ser el SOL!!! Sí, el sol se ve desde todas las partes del mundo, en todos los países y durante todo el tiempo, en todos los pueblos y culturas.
Unas alas y garras de águila..., desde luego tiene que ser algo que esté en el cielo y que se posa en la tierra.., podría ser ¿el AGUA? Sí, la lluvia cae en todas partes y en cualquier rincón del mundo, viene desde lo alto hasta la tierra.
¿Y la cola de la serpiente? La serpiente es un animal que no se levanta del suelo, está pegada a la tierra, se arrastra, es sigilosa y no se siente, ¿qué podrá ser esto?.... No sé, no se me ocurre nada. Pero si la cabeza es el principio de algo, y el cuerpo la mitad, desde luego la cola es el fin.Si el León es el Sol y el Águila la Lluvia, quizás la imagen entera sea... EL AÑO! El año climático, claro! La serpiente tendrá que representar al Invierno, esa época del año en la que parece que no pasa nada y que todo está muerto, en la que todo está frío y gris y que apenas hay sol.
El tiempo del sol, época de salud, de caza, de cosechas...; la época de lluvias, fuente de vida para hombres, animales y plantas...; el invierno, época de frío, de espera silenciosa, de sombras y grises, sinuoso y callado.
Entonces lo que representa son las Estaciones del Año y el poder que tienen estos elementos sobre el desarrollo de un pueblo, por eso eran elementos de culto, porque si hacía demasiado calor, o llovía demasiado o el invierno era muy crudo sobrevenían grandes desastres sobre las gentes. Y como esos fenómenos son tan impredecibles, parecerían que tuvieran el poder de dar la vida o la muerte, y por lo tanto hay que tenerlos contentos adorándolos y ofreciéndoles sacrificios, a veces incluso humanos.
Cuando esa noche llegó su padrino, Silver estaba excitado contándole todos sus descubrimientos, con palabras atropelladas pero con sentido. Al terminar su relato seguía eufórico y expectante, sin embargo su padrino no se inmutó. Lo escuchó en silencio y tan sólo le dijo: "Elige un objeto para mañana".
Silver miró hacia todos lados y se dirigió, como hipnotizado, hacia un anillo de oro en forma de Dragón circular, el cual se comía su propia cola. En la vitrina en la que estaba expuesto ponía un extraño nombre: Ourobouros.
Cuento original de © Francisco de la Flor Terrero Octubre 1999
El aprendiz de Anticuario
Pasaron los años y creció sano y robusto. Cuando llegó la hora de ir al colegio, se entretenía tanto con las cosas del camino que siempre llegaba tarde. A pesar de todo aprendió a leer y a escribir con facilidad, descubriendo un inmenso placer en ello. Se hizo un poco mayor y sus padres le dejaron ir sólo a la escuela, pero su curiosidad le hacía perder tanto tiempo que todos los días se encontraba con las puertas cerradas. Entonces, se iba a la biblioteca -que no tenía horario- para aprender cosas. Pedía varios libros y enciclopedias a la vez, según le guiaban su curiosidad y entusiasmo. Le fascinaban las leyendas y las historias de los héroes y magos, así como de los personajes mitológicos. Se lo pasaba en grande leyendo esas increíbles aventuras. Pero como no hacía los exámenes del colegio, sus notas eran desastrosas, y sus padres acabaron creyendo que a su hijo no le gustaba el cole. Por eso le pusieron de mayor en una pequeña tienda de antigüedades que regentaba el Padrino de Silver. Al principio no quería trabajar, pero cuando entró en ese pequeño museo su imaginación empezó a desbordarse, fantaseando miles de historias sobre los diversos y variopintos objetos que allí se encontraban. El Padrino de Silver aceptó a enseñarle el oficio de anticuario advirtiéndole que no le iba a resultar nada fácil, pues antes de considerarlo apto para el trabajo, le tenía demostrar que conocería una a una la historia de todas las piezas que componían su negocio. "Cada día elegirás un objeto, y pensarás todo el tiempo en él. Mientras, atenderé al público, y cuando llegue la noche, me contarás qué has averiguado. Si tus explicaciones me fueran gratas, podrás volver al día siguiente; en caso contrario, deberás aprender otro oficio" Silver aceptó el reto, pues había observado en la estancia libros, cuadros y objetos tan fantásticos que no podía resistir la tentación de poder leerlos, tocarlos y admirarlos, aunque fuera un sólo día. |
lunes, 19 de febrero de 2007
El caballo de Troya
Había una vez un rey llamado Príamo.
Era rey de Troya,
una ciudad grande y amurallada.
Príamo tenía dos hijos varones:
Paris y Héctor.
Paris era famoso por su belleza
y Héctor se distinguía por su valor.
Un día, el príncipe Paris
fue a la ciudad de Esparta
y conoció allí a la mujer más bella
de toda Grecia.
Se llamaba Helena
y era la esposa del rey Menelao.
Paris quedó encantado
por la belleza de Helena
y decidió llevársela consigo a Troya.
Cuando el rey Menelao se enteró
de que habían raptado a su esposa,
lleno de furia,
convocó a todos los reyes de Grecia
a declarar la guerra.
Reunieron más de mil naves
y muchísimos soldados
y zarparon hacia Troya,
desembarcaron frente a sus murallas
y rodearon la ciudad.
Durante el día atacaban;
por la noche descansaban
para recuperar sus fuerzas.
El griego más valiente era Aquiles.
El más valiente de los troyanos
era Héctor, hermano de Paris.
La lucha era tan igual
que iban diez años de guerra
y no había un ganador.
Los soldados griegos,
cansados de luchar,
empezaban a pensar
en volver a sus hogares.
Ulises, uno de los reyes griegos,
no quería retirarse sin ganar
y tuvo una idea.
Siguiendo las indicaciones de Ulises
los griegos construyeron
un enorme caballo de madera
y dentro de él escondieron
a muchos soldados.
Todos los demás se subieron a sus barcos
y simularon que volvían a Grecia.
En realidad,
sólo fueron hasta una isla cercana.
Al ver esto,
los troyanos creyeron que habían ganado.
Salieron de la ciudad a festejarlo
y fueron hasta la playa.
Todos se preguntaban qué significaba
ese enorme caballo de madera.
Un griego que se había quedado escondido
entre los juncos les explicó
que era una ofrenda a la diosa Atenea.
Les dijo que lo habían hecho tan grande
para que no pudieran introducirlo en la ciudad
por la puerta de la muralla
y atraer así los favores de la diosa.
Los troyanos decidieron
meter el caballo a la ciudad.
Para ello tuvieron que romper parte de la muralla.
Lo pusieron en la plaza central.
Hicieron una gran fiesta.
Tomaron mucho vino, comieron y bailaron,
sin imaginar lo que iba a suceder.
De pronto,
cuando la fiesta estaba llegando a su fin,
los soldados salieron del caballo.
A ellos se les sumaron los otros
que habían vuelto con sus barcos
que se metían por la muralla rota.
Los troyanos no pudieron defenderse
y su ciudad fue destruida.
lunes, 6 de noviembre de 2006
Capítulo final
Abrió los ojos. Después de mirar a todas partes, se convenció de que nada tenía alrededor, fuera de lo habitual. Sin embargo presentía que algo había,…algo, junto a él, se ocultaba,…algo le hacía estar inseguro.
Se levantó despacio y sin hacer ruido. Se sentía vigilado, como si “algo” calibrara sus más leves movimientos. Por eso no se calzó. Ni se vistió. Solo separó la sábana levemente y aguantó la respiración.
Fue despacio hasta la cortina del balcón y miró detrás con cuidado de no moverla. Allí no había nada. Se agachó y miro bajo la cama. Solo algunas pelusas de polvo se dejaron ver.
No había nada… y sin embargo estaba convencido de su presentimiento.
Sonaron las diez en el reloj de la torre y un ruido seco se dejó oír trás de la puerta, seguido de unas pisadas que se alejaban con cierta rapidez. Abrió con prontitud y no vio nada en el pasillo. Solo, apoyada en el quicio, una bolsa blanca, cerrada, descansaba en el suelo.
No sabía que hacer si cogerla o no, por eso se quedó observándola. Después de un largo rato se decidió y la levantó del suelo. No tenía un peso excesivo. Decidió meterla dentro y mirar su contenido.
La puso sobre la mesa de estudio y vio que la bolsa cambiaba de forma ensanchándose hacia el fondo. Apretó con su mano el exterior y sintió una cosa poco consistente.
Decididamente metió la mano para sacarlo y vio enrollarse sobre su brazo una masa informe y gelatinosa que empezó a extenderse cada vez más.
¡No salía de su sorpresa!
¡Imposible reaccionar!
Pronto había ganado su hombro y se enroscaba sobre su cuello. Unas largas prolongaciones con uñas salieron de ella y se dirigieron a sus ojos. Vio como amenazadoramente se aproximaban y… dejó de ver. Un fuerte dolor pareció romperle el cerebro, un fuerte y largo dolor que se fue prolongando mientras esos tentáculos barrenaban en su interior y succionaban y succionaban hasta dejar vacía su mente.
viernes, 3 de noviembre de 2006
La piedra
Llegó el abuelo.
Tonia, alarmada, se fue enseguida allí, a ver que pasaba, y se encontró, además de con la hija, con un nieto nuevo.
Resulta que en poco tiempo, y tras una cesárea, La enfermedad de la hija había sido un retoño: “el Dani” que solo. comía y dormía…
Tonia llamó a la mamá y contó lo sucedido. Dijo que no le quedaba más remedio que atender a la hija y al nieto, pero que no se preocupara, que a sus niños no los iba a descuidar.
La llamada a Móstoles de aquella tarde fue para decir a los abuelos lo que pasaba y ver si el abuelo podía echar una mano.
El abuelo no lo dudó, y, aunque la abuela dijo que si el abuelo no se veía con fuerzas para ir y atender a los niños se iba ella para allá, dijo que no, que ella tenía su trabajo y que se iba a Gelida a cuidar a los nietos.
Dicho y hecho. El quince de enero a las doce de la mañana, tomó el “Alaris” para ir a Barcelona. Su hija, acompañada de sus nietos, se encargó de recogerle en la estación de Sants y trasladarle a Gelida.
Allí, el abuelo llevaba a los niños al colegio por las mañanas y los recogía por las tardes, dejándoles jugar un rato mientras merendaban, luego se iban a casa, les dejaba ver un rato los dibujos de la tele, hasta que Tonia les bañaba, cosa que se hacía pronto para que ella pudiera marchar a atender a los suyos.
Los niños pedían al abuelo que les contase cuentos y el abuelo transformaba cualquier andanza de los niños en un cuento que les mantenía con la boca abierta durante un buen rato esperando el desenlace final porque ya se habían identificado con el correspondiente personaje.
El abuelo preguntó a su nieto un día qué iba a ser de mayor, y el nieto dijo que astronauta, por eso el cuento de aquel día fue sobre la vida del astronauta en la nave espacial.
-“Tiene que vivir en tan poco espacio que debe ser muy, pero que muy ordenado. No puede dejar las cosas tiradas en cualquier parte, porque le estorbarían y como no hay gravedad, se quedarían flotando dentro de la nave y podrían dañarle. Tampoco debe estar tocando botones a tontas y a locas sin saber la función que tienen, porque incluso podrían cambiar el rumbo de la astronave y hacer que se perdiera en el espacio, o incluso lanzar al astronauta fuera de la nave…”
Durante varios días estuvo el niño ordenando todas sus cosas antes de ir a cenar, porque estaba decidido a ser astronauta.
El Petit Palau
Al abuelo le habían dicho que tenía que ir elegante, porque el día 16 de enero tenían que ir a un concierto al Petit Palau, así que el abuelo había llevado hasta corbata.
Efectivamente la mañana del día 16 fue mañana de concierto.
Nos desplazamos hasta Barcelona todos en el BMV de papá, que nos dejó junto al Palau, porque él tenía trabajo.
Allí nos encontramos con los Michavila que también habían llevado a sus hijos al concierto.
Entramos, pues, al Palau, una maravilla de la arquitectura con amplísimas escaleras de mármol y barandales de columnillas doradas. Nos aposentamos en el patio de butacas en dos filas: en la de atrás los mayores y en la delantera los niños. Pronto apareció por los pasillos un fantasma con una maleta. Lo recorría todo mientras unos niños gritaban y se escondían donde podían y otros querían tocarlo. Al fin llegó al escenario y después de recorrerlo minuciosamente, dejó la maleta en un lateral, se dirigió a una puerta y de allí fue sacando un conjunto de músicos con sus instrumentos, que iba sentando en las sillas que estaban colocadas sobre una plataforma dentro del escenario.
Empezó el concierto con música muy agradable que aprovechaban cinco bailarines para moverse con gracia, mientras que el fantasma permanecía sentado sobre su maleta.
Así fue transcurriendo hasta que en un momento determinado los bailarines cogiendo de los extremos de una enorme funda, destaparon el órgano, al que se acercó el fantasma haciéndole sonar con fuerza. Pero no fue el fantasma el concertista de órgano, porque enseguida se acercó a las bambalinas y sacó al concertista vestido de frac. Mientras este tocaba, el fantasma volvió a las bambalinas y de allí sacó a una serie de saltimbanquis que hicieron toda clase de ejercicios mientras sonaba el órgano.
Todos los niños estaban entretenidísimos con lo que veían y oían, pero los saltimbanquis bajaron del escenario y salieron del patio de butacas. De repente la orquesta, órgano incluido, atacó con “El submarino amarillo” mientras una enorme tela azul, semejando una ola, avanzaba sobre las cabezas de los espectadores que la ayudaban a manotazos y con bastante bullicio.
La ola avanzaba y retrocedía al compás de la música, pero, cosa curiosa, justo quedó plegada al finalizar la canción.
Muchas más cosas podríamos contar del concierto, pero… cuando finalizó, y después de permanecer un buen rato a la entrada del Palau, para que los peques estiraran las piernas y se desfogaran debidamente mientras esperábamos a papá, mamá y los Michavila decidieron que fuéramos a comer todos juntos a un restaurante.
Mientras hubo apetito, los chavales estuvieron atentos a su comida, pero en cuanto se saciaron , Pau y su hermana empezaron a pelearse de forma que su papá les tuvo que colocar en los extremos de la mesa, aunque Pau se metió debajo a cuatro patas para seguir chinchando a su hermana.. Así estuvieron hasta que llegaron los postres y comenzaron a hacer los honores a unos ricos helados que ellos mismos habían elegido.
Terminada la comida nos despedimos de los Michavila, dimos un paseo y nos dispusimos a regresar a Gelida.
El abuelo se pone malo
Fueron transcurriendo los días. El abuelo empleaba su tiempo en llevar a sus nietos al colegio por la mañana volver a casa para hacer la gimnasia, ducharse y desayunar y salir a dar un paseo por los caminos del Serralet, por los que no encontraba nunca a nadie, solo unos perros le acompañaban en parte del camino.
Esa mañana, el abuelo tuvo cuidado de no olvidar el móvil en casa, pero como hacía frío decidió pasear por el pueblo, donde siempre encontraba alguien con quien cambiar unas palabras, cosa que le venía muy bien porque pasaba la mayor parte del día solo.
Fue un jueves cuando el abuelo empezó a sentirse mal. Le molestaba el vientre y le dolía hacia el estómago. Lo achacó a que había estado tomando ibuprofeno para ver si se le quitaba el dolor del brazo que él achacaba al reuma. Aquella noche cenó poco, le sentó todo mal y se tuvo que estar levantando casi de continuo a vomitar. Primero echo la cena, luego bilis y más bilis, y así se pasó también todo el viernes.El sábado por la mañana, su hija decidió ir a urgencias a Martorell. El abuelo que no conocía el hospital de Martorell, creyó que el edificio del ambulatorio era el hospital y cuando su hija le dejó para que se adelantara mientras ella aparcaba el coche, se fue allí.
Le atendió un médico con deje extranjero que le mandó poner una inyección de Primperan y que tomara unas pastillas de Buscapina y le dijo que eso era un virus. Como pasaron veinticuatro horas y no hubo mejoría ni en cuanto a los vómitos ni en cuanto a los dolores y pensando que la cosa era más seria, su hija decidió mirar en Internet para tratar de encontrar un médico de la sociedad y dieron con un consultorio en Martorell, al que acudieron el lunes por la tarde. El médico que les atendió dijo que habría que hacer una analítica y como la hija le dijo que era veterinaria y que pensaba que podía ser una obstrucción del colédoco decidió darnos una carta para que nos presentásemos en el servicio de urgencias del Hospital de la Sagrada Familia.
De esta consulta se fueron directamente al hospital, donde nada más llegar empezaron a hacerle radiografías, análisis y ecografías y vieron que había una obstrucción intestinal, por lo que le colocaron una sonda naso-gástrica y decidieron que tenía que quedar ingresado, si bien no tenían cama en el hospital, por lo que decidieron llamar al Hospital de Barcelona para reservar una cama y enviarle allí.
Le llevaron en ambulancia con todas las pruebas que le habían realizado y un informe médico que leyó el conductor de la ambulancia, por lo que se entretuvo en ver las pruebas en los semáforos, ya que era estudiante de medicina. Fue tan amable que hasta buscó aparcamiento para su hija.
Ingresado en el Hospital de Barcelona recogió las pruebas el cirujano de urgencias gástricas D. Enrique García-Cascón quien ordenó de inmediato que se hiciera un tac. En cuanto lo vio le dijo que no tenía más remedio que operar, ya que era un ileo biliar que había hecho una fístula y se había pasado al intestino y estaba obstruyendo el yeyuno. Desde allí mismo reservó el quirófano para las doce de la mañana siguiente:
-“A la hora del Ángelus del día de San Blas”, dijo al abuelo, ¿”Sabe usted que hora es esa?”.
–“Las doce de la mañana” “, dijo el abuelo buen conocedor de estas cuestiones religiosas.
-“Se lo dije, porque no todo el mundo lo sabe”, continuó el doctor, experto conversador para establecer la confianza en sus pacientes. “Mire, el año pasado asistí junto con otros dieciocho compañeros a un congreso en Sevilla y los organizadores del congreso decidieron invitarnos a asistir a una “misa rociera”, lo que aceptamos todos encantados, nos desplazamos hasta el Rocío y no parábamos de hablar en el camino, en catalán, claro. Cuando estábamos en la misa y llegó el momento de la Consagración empezó a sonar una música. ¿A que no sabe cual era?
–“El himno nacional es lo que se toca en este momento”, contestó el abuelo.
-“Pues ya ve, nosotros no lo sabíamos y nos mirábamos los unos a los otros como diciéndonos: “ya vienen a por nosotros por ser catalanes, pero ¿sabe por qué lo tocaban?”
-“El himno nacional se hace sonar para rendir honores a la máxima autoridad de un país cuando esta se hace presente. Aquí se hacía presente Dios y no hay que negarle su máxima autoridad”
-“Pues nosotros lo aprendimos entonces. Bueno, pues, quedamos en que mañana a las doce le quitaremos la piedra. No habrá dificultades”
Se despidió y el abuelo, confiando en el doctor, quedó “en capilla”, en la habitación que en la planta décima del Hospital de Barcelona le había correspondido.
Era ésta una habitación muy amplia con un inmenso ventanal desde el que se veía un amplio horizonte de tejados que llegaban hasta el aeropuerto del Prat. Tenía una modernísima cama articulada para el enfermo, llena de botones, y un amplísimo y cómodo sofá-cama para su acompañante. Un par de sillones y una amplia mesa de escritorio amueblaban la estancia que se completaba con un amplísimo cuarto de baño de doble lavabo todo él en mármol.
La mañana siguiente trajo a la abuela en el “Alaris” que venía con la preocupación de la operación, para acompañar y atender al abuelo con todo su cariño.
Minutos antes de las doce del día de san Blas se presentó el peluquero en la habitación que habían asignado al abuelo para rasurarle el vientre.
A continuación apareció el enfermero para bajarle al quirófano.
Era tal su debilidad que el abuelo pensó que se estaba despidiendo del mundo de los vivos, pero puso su confianza en Dios y en el cirujano que le había correspondido y que parecía tener muy clara la intervención que debía practicar
Se despidió el abuelo de su mujer y de su hija con serenidad mientras en su mente tenía presentes a todos los suyos…
Y entró en el quirófano…